viernes, 25 de enero de 2019

Arrepentimiento y Confesión.

“Ahora, pues, dice Jehová, convertíos ahora a mí con todo vuestro corazón, con ayuno, llanto y lamento. Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová, vuestro Dios; porque es misericordioso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y se duele del castigo. (Joel 2:12-13) 

El Oficio Divino que celebramos siempre comienza con el llamado al arrepentimiento y la confesión de pecados por parte de los asistentes. Eso es lo que el profeta Joel nos está instando. Vuelvan, arrepiéntanse, retornen… porque Dios es clemente y misericordioso. Él restaura y reconstruye. El arrepentimiento es el primer paso para cualquier trabajo de la iglesia. Lo que el arrepentimiento requiere en primer lugar es una evaluación precisa de dónde estamos, quiénes somos y lo que hacemos. Eso es lo que es Miércoles de Ceniza. Eso es de lo que se trata el tiempo de Cuaresma. Alegrarse porque hay un Salvador que busca al arrepentido de sus pecados. 

Hoy que es Miércoles de Ceniza, tenemos un nuevo comienzo. Para examinar cuidadosamente nuestras vidas debemos usar la ley de Dios, los Diez Mandamientos. Cuando somos honestos con nosotros mismos y apreciamos que hacemos lo que es natural a nuestra naturaleza pecaminosa (como culpar a otros por nuestros errores, poner excusas o excepciones hacia nosotros mismos) nos encontramos con que estamos muy lejos de las exigencias de los Mandamientos o sea de lo que Dios requiere de nosotros. Cuando uno escucha cada mandamiento vemos como se destruyen nuestros autoengaños y se aplastan todas esperanzas de vivir de acuerdo con esas demandas. Después de todo tu pecado ha colgando un cartel de muerte en tu frente que dice “Recuerda, oh hombre, que polvo eres, y al polvo volverás”. La muerte viene a por ti. Es el precio y la paga del pecado. La muerte significa juicio y Dios es un juez severo. Guardar los mandamientos es una quimera, vana ilusión. Por eso muchas veces en este día pintamos nuestras caras con hollín para recordarlo.

Todo esto está en la primera parte de la confesión que encontramos y leemos en el Catecismo de Lutero. En la parte de “confesamos nuestros pecados”. Esto no sólo significa que tener en cuenta el coste de nuestros pecados que conocemos y que nos duelen. Además significa “declararse culpable de todos los pecados, incluso los que no somos conscientes.” Allí afirmamos lo que Dios dice acerca de nosotros, que somos pecadores y que por esto pecamos. “Pecamos en pensamiento, palabra y obra por lo que hemos hecho y dejado de hacer”. No nos merecemos todo lo que Dios nos ha dado. Estamos lejos del Señor por nuestros pecados.

Pero Dios no solo nos llama, sino que viene a nuestro encuentro y aquí estamos, ante Dios, sin nada que ofrecer, salvo nuestros pecados, rogando por misericordia,

Crea en mí un corazón limpio, oh Dios, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de tu presencia, y no quites tu santo Espíritu. (Salmo 51)

En la segunda parte de la confesión lo que hayamos es el pronunciamiento de lo que no merecemos. Lo llamamos la absolución. Es la Solución de Dios a todos tus pecados, a todos tus males. Es el ahogamiento de nuestra naturaleza pecadora de nuevo en el Santo Bautismo.
No es magia, sino una conexión con la gracia y la misericordia de Dios. Ese Dios grande en misericordia. Ese es el don de Jesús en la cruz.

Cuando vamos a Dios con nuestros pecados está su mano extendida, que no perdona por nuestro arrepentimiento. Él no perdona porque lo que sentimos por nuestro pecado y por el deseo de no querer volver a pecar. Él perdona por causa de Jesús. Eso por esto que el Santo Bautismo es una conexión con Jesús. Sin Jesús también los pecadores arrepentidos obtendrían nada más que la ira de Dios.

Jesús es la respuesta de Dios a su ira. Hágase todas las preguntas de nuevo, sobre su vida, su muerte, sus pecados, sobre todo aquello en que ve su propio fracaso. Marquelas con una pequeña cruz.

Porque cuando tu has fallado, Jesús no lo ha hecho. Las preguntas que son tu perdición y derrota, son la victoria de Jesús. De hecho, eso es exactamente lo que significa la justicia, “guardar los mandamientos de Dios a la perfección”. En cada una de las preguntas (y más) Jesús responde correctamente. Él guarda los mandamientos a su máximo y más profundo significado. Jesús no se limita a hacer las cosas bien, es perfectamente justo en cada pensamiento, palabra y obra. Es tan absolutamente cierto que Dios el Padre dice de Jesús: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” Y para demostrar que esto es cierto sobre Jesús, después de que Jesús fue crucificado..., muerto y sepultado…. Descendió a los infiernos. Al tercer día resucitó de entre los muertos (Credo de los Apóstoles). Ninguna historia es más importante que la resurrección de Jesucristo. Él vence el pecado con la conquista de la muerte. La paga de la muerte de Jesús es la vida. 

Por eso Dios es lento para la ira y grande en misericordia. En la cruz, Jesús, un inocente, es condenado a muerte como el mayor pecador de todos los tiempos. Cada mandamiento se amontona y deposita sobre él. Uno tras otro, la paga de los mandamientos rotos se acumulan en Jesús. Sin pecado Jesús lleva nuestros pecados por medio de la cruz sobre la muerte. Su justicia es suficiente para cubrirlo todo. El castigo por el pecado es ejecutado en la muerte en Jesucristo.

Todo esto es por y para ti. La vida de Jesús. La muerte de Jesús. La resurrección de Jesús. Para ti, todo para ti. Confía en Dios que tiene misericordia y compasión de ti, porque Jesús hizo todo esto por ti. Dios se duele del desastre del pecado debido a que Jesús fue cubierto con ellos para ti. Aférrate a la fe de Jesús. Regocíjate en Jesús y su perdón. De cara a tu confesión, Jesús es la absolución. Es en las aguas de bautismo, en la fuente de vida, en la presencia de Cristo cubriéndote que el viejo Adán fue ahogado. El hombre nuevo nació en ti. Muerte y resurrección de Jesús te fue dada, es así que tu también has experimentado su muerte y resurrección. Tu confesión de los pecados no queda sin ser oída, Dios manifiesta su clemente perdón. Ese es el Santo Bautismo para usted.

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. En efecto, si hemos estado unidos con él en una muerte como la suya, también lo seremos unidos con él en su resurrección. Sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea llevado a la nada, por lo que ya no estaríamos siendo esclavos del pecado. Para alguien que ha muerto, ha sido liberado del pecado. "(Romanos 6:3-7, NVI)

En este bautismo Dios te hace su propio hijo, parte de su familia. Esta es la realidad de nuestro arrepentimiento. El pecado y el perdón que se unen para ti en Jesucristo. Él vertió sobre ti el agua y la Palabra de Dios, Evangelio puro. La confesión y la absolución afirman que el Bautismo sigue vigente, que tu debes recordarlo y usarlo, que se repite todos los días. El ahogamiento de nuestro pecado una y otra vez y el privilegio de vivir nuevamente como un hijo de Dios porque todos tus pecados han sido perdonados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

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