viernes, 26 de abril de 2019

Buenas y malas noticias en Cristo.


TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA                                                                                

Primera Lección: Deuteronomio 30:15-20

Segunda Lección: 1º Corintios 3:1-9

El Evangelio: Mateo 5:21-37

 


Temor a las “malas noticias”. Es una mala noticia porque no suele implicar nada bueno. Preferiríamos no tener que oír malas noticias. No queremos saber que las reparaciones del automóvil costarán mucho más de lo presupuestado. No queremos escuchar que la visita de un buen amigo se ha cancelado a última hora. Nos ha llegado la carta de despido o el doctor encontró algo que le preocupa. Las malas noticias pueden convertir nuestro día o la semana en algo negativo. Nos gustaría pasar el mayor tiempo posible sin tener que escucharlas. Pero si hay algo que se le puede comparar a tener que escuchar malas noticias es la indeseable tarea de tener que ser el que da las malas noticias a otra persona. No creo que los médicos reciban con gran alegría tener que dar una noticia devastadora a sus pacientes. Para la persona que tiene que anunciar los despidos a los empleados. Desde luego, no es fácil decirle a nuestro cónyuge que un pariente de la familia ha muerto. No nos gusta escuchar malas noticias y no nos ser el que tiene que compartir malas noticias con alguien otros.

Esto puede tener algo que ver con nuestra aprensión general hablar de la fe a otros. Sabemos que a la gente no le gusta escuchar malas noticias y hablar acerca del pecado con otros es casi seguro hablar de malas noticias, especialmente cuando se trata de un pecado en el que están atrapados. Si le sumamos que en nuestra época todos estamos autorizados a sostener nuestras propias verdades, nuestras propias ideas del bien y mal y así sucesivamente. Eso hace que sea difícil de señalar el pecado a los demás, incluso cuando se hace de la manera más amorosa posible, porque la sociedad de hoy dice que la persona que señala el pecado es por lo menos un intolerante. Este es uno de los motivos del porqué oímos tan poco del pecado hoy en día. Luego está la cuestión del infierno. Después de todo ¿hay alguna noticia peor tener que decirle a alguien que va a ir al infierno? La cuestión del pecado a menudo puede significar una discusión sobre el infierno está cerca de salir y si la gente no quiere oír hablar de las malas noticias del pecado, tampoco quieren tener nada que ver con el infierno. Eso me lleva a creer que muy probablemente Jesús no sería más popular hoy día de lo que lo era en su época. A medida que continuamos con el Sermón de la Montaña, es evidente que Jesús no dejaba de lado el tema del pecado o del infierno. No creo que la gente de hoy lo único que lo considerara justamente tolerante. Las normas por las que Jesús considera qué es un pecado son sorprendentemente menos indulgentes que las normas de la sociedad de hoy en día. Lo que Jesús tenía que decir sobre el asesinato la mayor parte de sus oyentes de entonces y hoy, no tendrían ningún problema con lo que Jesús dijo sobre el asesinato:Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio(v. 21). Hasta ahora, todo bien ¿verdad? En general, nosotros, como sociedad tenemos poca tolerancia hacia los asesinos. Queremos ver como reciben la pena máxima cuando son declarados culpables.


La Mala noticia de la Ley de Dios. Qué pasa cuando nos damos cuenta de que para los estándares de Jesús, estaríamos condenándonos a nosotros mismos. Según los estándares de Jesús, la definición de asesinato es mucho más amplia que la de cualquiera. De hecho, Jesús dijo que uno puede cometer un asesinato sin tener que jalar un gatillo o empuñar un cuchillo.  Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. (v. 22). Hoy se puede llamar a cualquiera de “tonto” o “necio”, a veces en broma, otras veces no. Jesús estaba dejando claro que tales declaraciones son un reflejo lo que hay en nuestro corazón, entonces la persona que expresa esos sentimientos está a la altura de un asesino en serie o un dictador genocida. Su punto era que el asesinato tiene muy poco que ver con el acto de tomar la vida de otro y mucho más que ver con carecer de amor y odiar a los demás en nuestro corazón. De acuerdo con los principios de Jesús, hay una gran cantidad asesinos sueltos en el mundo, más de los que están tras las rejas. Entre nosotros, por ejemplo, estamos llenos de ellos, ¿no es así? 


Para los estándares de Jesús, también tenemos una gran cantidad de adúlteros. Todos como cónyuges profesamos devoción inquebrantable y fidelidad a nuestra pareja al casarnos. Ante los ojos del mundo, siempre y cuando una aventura sexual no fuera cometida, como cónyuge no has hecho nada malo. Pero de Jesús afirma que ser culpable de adulterio tiene muy poco que ver con el sexo y mucho más que ver con la lujuria y los deseos.Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón(v. 27-28). Más malas noticias de parte de Jesús, el adulterio es más sobre lo que está en el corazón de lo que se plasma en acciones.


Hablando de eso a pesar de las justificaciones sin fin que el mundo da para poner fin a un matrimonio, Jesús dijo que sólo uno, el adulterio o la infidelidad, está permitido y aun así, desde luego no es agradable. También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio. (v.31-32). Esto es en cuanto a las justificaciones que se dan para sostener el divorcio “es desagradable conmigo”, “Ya no la quiero” o  “nosotros no nos llevamos bien” excusas para justificar el divorcio. Jesús da una nueva estimación para el divorcio: la infidelidad por parte de uno de los cónyuges y en la Escritura en otro lugar el abandono por un cónyuge no creyente es también consideran motivo de divorcio.


Romper un matrimonio por cualquier otra razón que eso es pecado. Malas noticias de Jesús en un mundo en que las personas casadas tienen las mismas probabilidades de seguir juntas o de divorciarse, si es que llegan a casarse. 


Ahora salir a la calle y a compartir las malas noticias sobre el asesinato, el adulterio y el divorcio con los otros, señalando y mostrando las consecuencias del mismo. Creo que mejor debemos ir más despacio. Tal vez deberíamos empezar por a nosotros mismos primero y reconocer que las palabras de condena de Jesús se dirigen a cada uno de nosotros. Sí, es una dura verdad, no es sólo que el mundo puede ser un sitio donde abunde el pecado, según los principios de Jesús, sino que somos una parte importante de la maldad. La dura verdad es que no importa cuánto hubiéramos hecho para minimizar o suavizar nuestro pecado según nuestras propias normas. Jesús deja bien claro que por sus normas todos somos abrumadoramente culpables y que nuestros propios pensamientos, antes incluso de la acción, nos pone a las puertas del infierno. Lo que es más complicado es que  cuando no somos capaces de decir a otros sobre sus pecados, no sólo es existe el real peligro de que pudieran terminan en el infierno. Pero a través del profeta Ezequiel, Dios dice que él también nos pedirá cuentas: Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. (Ezequiel 3:18). Dios se toma en serio el pecado.


La Buena Noticia de la Vida en Cristo. Lo grandioso de esto es que Dios no nos deja desamparados ante la realidad del pecado. Porque la realidad de las noticias del evangelio de la salvación en Cristo Jesús son mucho más consoladoras. El domingo pasado Jesús nos recordó que su propósito al venir a nuestro mundo era para que se cumpliera la ley y las profecías en las Escrituras (v. 17). ¿Lo hizo eso para su propio beneficio? ¿El Hijo de Dios se hizo hombre y piso la tierra con el fin de servirse a sí mismo? ¡No! 

Él vino a nuestro mundo por y para nuestro beneficio. Él cumplió la totalidad de la ley para nuestro beneficio. Fue nuestro perfecto sustituto y llevo a cabo la voluntad de Dios por nosotros. Fue a la cruz cargando todos nuestros pecados manifestados en pensamientos, palabras y obras. Por este perdón manifestado en Cristo Jesús es que Dios te ve de manera diferente. Te ve a través de la obra de Cristo en la cruz. Por mucho que conozcamos la dura y fría verdad de nuestros pecados y condena, Dios no ve de esa manera a aquellos que se aferran a Cristo. Más bien, Él ve una vida correcta, según su voluntad. Él ve la vida perfecta de Cristo eclipsando tus fracasos. Él ve la muerte de Cristo en la cruz como el pago satisfactorio por tus pecados. La buena noticia del evangelio es que la salvación es nuestra, porque cuando Dios nos mira, Él ve todo lo que su Hijo perfecto ha hecho por nosotros. El bautismo es su regalo para nosotros, allí tenemos la firma de Dios que garantiza este perdón, porque allí nos ha dado la fe, nos ha hecho parte de su familia y nos ha perdonado todos los pecados. La Cena del Señor es otro regalo que nos asegura de lo misma, porque sus palabras son claras “Come y bebe, esto es mi cuerpo y sangre para el perdón de tus pecados”. Donde La ley de Dios nos mata, la buena noticia de su evangelio nos trae a la vida en Cristo.


Somos Sal y Luz. Tal vez has tenido alguna experiencia con otros en los que no parecen tener el mismo aprecio por el evangelio. De hecho, podrían ser francamente indiferentes hacia este. Tal vez te ha pasado que estabas emocionado de hablar con alguien más sobre la alegría que tiene como cristiano en saber que estarás en el cielo porque Jesús vivió y murió por ti. Los expresado de diferentes maneras, pero no entendías por qué la persona a la que le hablabas parecía que no le importaba. Muchas veces uno queda confundido y frustrado de que alguien pudiera ser tan apático al mensaje del evangelio. Pero si esa persona nunca ha oído la ley, entonces ¿por qué tiene que tener necesidad de Jesús? Si no sabe cómo su pecado afectó su estatus ante Dios, ¿por qué tiene que importarle a él que Jesús es la solución al problema del pecado?  Es por eso que la ley primero tiene que mostrar a las personas cómo el pecado nos afecta y aparta de Dios y nuestro prójimo y sólo entonces se alegrarán de que Cristo es la cura para tal mal. La ley allana el camino para que el evangelio cambie los corazones y las personas vivan en armonía con Dios. P

Por esa razón no debemos tener miedo de hablar de la ley y señalar el pecado cuando es necesario. Lo hacemos en el amor, no porque amamos  juzgar o condenar o compartir las malas noticias con los demás, sino todo lo contrario, porque nos encanta compartir la buena noticia del Evangelio de que en Jesús hay vida eterna. Qué dulce la buena noticia del evangelio es para los oídos después de haber oído la fría y dura verdad, de la ley de Dios. No dude en hablar de pecado, porque entonces la puerta estará abierta para regocijarse en Jesús Cristo, el que triunfó sobre el pecado con su perdón.

sábado, 20 de abril de 2019

Bendiciones en Cristo.






TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA                                                                                                      



Primera Lección: Isaías 43:1-7

Segunda Lección: Romanos 6:1-11

El Evangelio: Lucas 3:15-22

Sermón

 Parece como si el ser humano necesitase de un calendario para motivarse a mejorar y superarse, o para luchar contra sus adicciones y defectos. Pues en definitiva lo que el ser humano anhela en el fondo es ser un hombre nuevo. Los cristianos nos vemos también envueltos en este enfoque renovador en nuestra sociedad, pero el creyente debe ser consciente que esta actitud de renovación y transformación, debemos mostrarla no solo una vez al año, sino cada día, y de que este anhelo es además posible para nuestra vida, gracias al pacto que Dios selló con nosotros en nuestro bautismo. Un bautismo que fue instituido por nuestro Señor (Mt 28:18-20), y gracias al cual podemos renacer cada día en la seguridad de que Dios nos cubre con sus promesas de perdón y salvación en Cristo Jesús.


         El bautismo de Cristo principio de nuestra salvación

El agua es un elemento limpiador y esencial para la vida en la Tierra, y por ello es además un símbolo de pureza y de vida, y fue usada de manera ritual por el pueblo de Israel y otros pueblos con el fín de mostrar la regeneración del hombre. Así la encontramos por ejemplo en la narración de la curación de Naamán, general del ejército del rey de Siria, enfermo de lepra, y enviado por el profeta Eliseo a lavarse en las aguas del rio Jordán (2 Re 5:10). O en el encuentro del ciego con Jesús, enviado también a lavarse a la fuente de Siloé para recuperar su vista (Jn 9:7). Son muchos los momentos en la Palabra donde el agua aparece conectada con la restauración y limpieza. Pero tal como enseña nuestro Catecismo en referencia al Bautismo: “El agua en verdad no hace cosas tan grandes , sino la Palabra de Dios, que está en unión con el agua, y la fe, que confía en esta palabra de Dios con el agua. Porque sin la Palabra de Dios el agua es simple agua y no bautismo.” (El Sacramento del Bautismo, Tercera explicación, Catecismo Menor). Es decir, el agua no contiene propiedades mágicas más allá de las que tiene de manera natural, pero en unión con la Palabra de Dios se convierte en uno de los medios visibles para que el Creador distribuya su gracia entre los hombres. Y esta agua y esta Palabra son las que Juan usó igualmente para proclamar el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados (Lc 3: 3), llamando al pueblo a poner ante Dios sus faltas y a la conversión de sus corazones. Y sorprendentemente para Juan, incluyendo una protesta ante lo que iba a acontecer (Mt 3:14) el mismo Cristo ocupó su puesto en la fila de aquellos pecadores que, reconociéndose tales, recibieron las aguas bautismales para perdón de sus pecados: “Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado” (v21). Y éste es el primer sacrificio de Jesús por nosotros: ser considerado entre los pecadores. Aquél que no cometió pecado se hace uno de nosotros. Y así como él ofrece este sacrificio bautismal por nosotros que le conducirá hasta la Cruz para que se cumpla toda justicia: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mt 3:15), así este bautismo nuestro conectado ahora con el bautismo de Cristo, nos lleva a nosotros a crucificar diariamente nuestro viejo hombre, para renacer a una vida nueva. No una vez al año, sino diariamente, pues cada día nos alcanza la gracia de Dios derramada sobre nosotros por medio del agua y la Palabra, y sellada por el Espíritu Santo. Siendo así, los cristianos vivimos cada día como una renovación, como un nuevo comienzo. Y somos bendecidos diariamente por medio de nuestra fe, la cual da validez al pacto que Dios estableció con nosotros en nuestro propio bautismo. Celebramos pues el bautismo de Cristo como el inicio de nuestra liberación del pecado y el comienzo de nuestra salvación, pues Dios: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. “(2 Cor. 5:21).


         Las bendiciones bautismales del agua y el Espíritu

El bautismo de Juan era un bautismo para perdón de los pecados por medio de la llamada al arrepentimiento y el agua, pero en el bautismo de Cristo tenemos además el testimonio de una presencia más: la del Espíritu Santo: “Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma” (v21-22). Y esta presencia marca una diferencia importante en dos sentidos: en primer lugar el Espíritu testifica la divinidad de Cristo, es el sello que garantiza que el Hijo de Dios está presente entre nosotros por medio del testimonio del mismísimo Creador: “y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en tí tengo complacencia” (v22). Y esta proclamación ratifica además el anuncio profético de Dios por medio del profeta Isaías: “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones” (Is 42:1). Cristo, el siervo de Dios viene a este mundo a traer la verdadera Justicia entre nosotros. Pero además, en esta seguridad de la divinidad de Cristo, y en su solidaridad en las consecuencias del pecado por nosotros, nuestro bautismo se hace uno con el suyo, y también nosotros podemos estar seguros que el día que se nos abrió la puerta a la familia celestial en las aguas bautismales, la voz de Dios y la presencia del Espíritu proclamaron que nosotros también somos hijos amados suyos: “Tú eres mi hijo amado, en tí tengo complacencia” (v22). Y esta bendición nos acompaña y alcanza toda nuestra vida en este mundo, y por medio de la fe nos apropiamos de las bendiciones de la gracia de Dios en Cristo. Y es esta bendición bautismal, este sello que llevamos con nosotros, lo que nos permite vivir cada día sabiendo que, por encima de nuestros errores y pecados, de nuestros fracasos, de nuestras caídas en la vida, tenemos un Padre que extiende la mano de su Hijo amado hacia nosotros para sostenernos y traernos consuelo: “Sostiene Jehová a todos los que caen, y levanta a todos los oprimidos” (Sal 145: 14). Nuestra fe debe aferrarse pues a esta Palabra divina, pues la vida traerá momentos donde Satanás querrá hacernos dudar de estas promesas, y donde se nos llevará a sentir la desesperación de que no damos la talla, de que no somos suficientemente dignos del Reino de los Cielos. Sin embargo la fe que hemos recibido por gracia en nuestro corazón y la presencia del Espíritu en nuestra vida, nos advierten y previenen de esta gran mentira. Pues como enseña el Apóstol San Pablo: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él” (Rom 6: 7-8). Hemos muerto pues con Cristo en nuestro bautismo, y renacido del agua a semejanza de su resurrección, y por esta fe tenemos garantizada la vida eterna con el Padre. ¡Que nada ni nadie nos quite nunca esta seguridad y este consuelo!.


         Recuerda tu bautismo cuando laves tu cara

Hemos dicho al principio, que el agua es un elemento importante y de gran significado en la Palabra y la Obra de Dios. Desde los primeros momentos de la Creación: “y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Gn 1:2), hasta el resto de pasajes donde juega un papel importante simbolizando la vida, la purificación e incluso en algunos casos, un sentido de peligro o sufrimiento espiritual: “Sálvame, Oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma” (Sal 69:1-2). El agua y otros elementos materiales son como vemos, usados por Dios en su relación con nosotros, los hombres. Pues Dios no se relaciona con nosotros en un mundo de espiritualidad pura e inmaterial, sino que viene a nosotros en este mundo real y material creado por Él, y donde los elementos terrenales le sirven para llevar junto con su Palabra su gracia a los hombres. Sea por medio del agua bautismal, o sean el pan (cuerpo) y vino (sangre) que recibimos en la Santa Cena. La Creación sirve al Creador hasta el punto de que el mismo Verbo fue hecho carne entre nosotros (Jn 1:14). Y no debe extrañarnos pues que en este mundo de sofisticación, Dios use medios tan naturales y sencillos para los milagros más increíbles, y donde el bautismo es uno de los principales. ¿Qué papel jugará pues tu propio bautismo a lo largo de este nuevo año en tu vida de fe?, ¿será fuente de alegría y consuelo?, ¿te hará sentirte hijo amado del Padre en los valles oscuros de tu vida?. El bautismo suele ser un gran olvidado entre los creyentes, que no aprovechan su realidad espiritual como fuente de alegría para la vida diaria. Fuimos bautizados hace mucho tiempo, y frecuentemente cuando aún no podíamos expresar la fe recibida por nosotros mismos. Quizás algunos hasta se han olvidado de su propio bautismo, pero sin embargo Dios no se ha olvidado de nosotros. El Amor de Dios en Cristo alcanza a sus hijos en este mundo todo lo que dura sus vidas, y mientras existe la fe salvadora en nosotros, este sello tiene plena validez justificadora ante el Padre. Recuerda pues cada día el bautismo de Cristo, donde Jesús asumió la carga de nuestros pecados dando inicio a nuestra salvación, y el acto por medio del cual Dios dió testimonio de la presencia del Hijo amado entre nosotros. Esto es algo tan importante y consolador, que nunca deberíamos olvidar, y que tenemos que tener presente para, inmediatamente, recordar nuestro propio bautismo ligado al de Cristo en el Amor del Padre y el testimonio del Espíritu Santo. En su sencillez y claridad, Lutero expresó la importancia de este hecho con esta bella  exhortación: “Cada vez que laves tu cara cada mañana, recuerda tu bautismo”. Lava pues tu cara cada mañana, ¡tendrás entonces muchas ocasiones en este año de recordar el amor y perdón de Dios en Cristo para tí!.

         Conclusión
El dia que Jesús dio un paso al frente y ocupó su lugar en la fila de aquellos que iban a ser bautizados por Juan, la carga de nuestros pecados fue asumida por él. De esta manera se cumplían las profecías expresadas por el profeta Isaías, que anunciaban un siervo que cargaría con el peso de nuestras culpas: “mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Is 53:6). Una carga que Cristo sigue llevando por nosotros cuando en fe, ponemos nuestras angustias y miserias a los pies de la Cruz. En este año que comienza ponte además una nueva meta: recordar cada día al despertar el milagro de la misericordia y perdón que tienes en Cristo por medio de tu fe bautismal. ¡Y disfruta pues un año lleno de las bendiciones bautismales que son tuyas en Cristo!. ¡Que así sea, Amén!                

sábado, 13 de abril de 2019

La acción de Dios en nosotros.


         


TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA                                                                                                      

Primera Lección: Números 21:4-9

Segunda Lección: Efesios 2:1-10

El Evangelio: Juan 3:14-21



Las palabras del Evangelio de hoy son sencillas, profundas y uno de los versos más conocidos de la Biblia. El Evangelio expresado en pocas palabras, la proclamación de la salvación. La síntesis de la Biblia en un versículo, el propósito de cuaresma de manera breve. Una vez más se nos recuerda que todo lo concerniente a nuestra salvación tiene como principal protagonista a Dios y no a nosotros. Por esto quiero que veamos tres principales verbos. Si vemos las acciones que Dios está haciendo, entonces tendremos un motivo de alegría en este tiempo de cuaresma. Por otra parte, si conocemos este texto, estaremos preparados para alegrarnos en nuestra salvación y detectar muchas falsas doctrinas.


I. Los verbos de Dios (Amar, Dar, Creer)


Tanto amó Dios al mundo.... Amar. Esta declaración es sorprendente. Nosotros hablamos mucho sobre el amor en general. Sin embargo, a menudo el amor de Dios es mal entendido. Con demasiada frecuencia, nuestra naturaleza pecadora nos tienta a creer que Dios ama como nosotros, que ama a alguien porque es bueno o agradable. Es difícil negar que tenemos defectos, pero la mayoría tratamos de vivir nuestras vidas lo mejor que podemos. Nos sentimos tentados a imaginarnos delante de Dios recibiendo su aprobación por lo bien que nos hemos comportado.


Necesitamos recordar que Dios nos ama en Cristo, porque en cuestiones espirituales estamos ciegos y muertos por el pecado y por esto somos enemigos de Dios. Nos alejamos de él constantemente y buscamos nuestro propio camino. Nuestro orgullo, deseos de gloria, falta de humildad, malos pensamientos nos alejan una y otra vez de nuestro amoroso creador.  


Sin embargo, “tanto amó Dios al mundo”, dice Jesús. Dios no ama al mundo porque somos buenos, simpáticos o hacemos cosas que le agradan. Eso sería una mala noticia para todos nosotros, porque su amor cambiaría constantemente dependiendo de cómo nos comportemos durante nuestra vida. Nada de eso, Dios ama al mundo por lo que Él es: Él es amante por naturaleza. Su amor no es un sentimiento barato, emocional que va y viene, no, este amor de Dios es compromiso, no importa lo que cueste. 

Recuerda, que has nacido en pecado, la única opción y la consecuencia para nosotros sería la muerte. Pero el Señor en su amor ejecutó su plan para darnos vida y vida en abundancia. El Señor entrega lo más preciado que tiene y lo hace en favor de sus enemigos, de aquellos que viven en pecado, alejados de su presencia.


Que dio a su Hijo unigénito... dar. Tengamos en cuenta dos cosas acerca de esta frase. En primer lugar, esta entrega no es parte de un acuerdo entre dos personas. No es un te doy pero tu me das. Él dio a Su Hijo como un don gratuito, sin condiciones. Así es el amor de Dios, nos salva a nosotros pobres pecadores, sin coste alguno. En segundo lugar, Él ha dado a su Hijo para morir en la cruz. Esta es la salvación del mundo. Como ya hemos dicho: Debido a nuestro pecado, la única opción para nosotros era la muerte. Alguien tenía que pagar con su vida por nuestros pecados. Así que Dios, en Su amor, dio a su unigénito Hijo para que muriera por nosotros. Los pecados de los pecadores fueron crucificados con Cristo. De esta manera es que Dios ama al mundo: Dios ha dado a Su Hijo a morir por los pecados del mundo. Esto nos demuestra cuán grande es el amor del Padre por los pecadores, aunque la mayoría no creen en Jesús, Jesús ha muerto por ellos. Lo hizo por ti y por mí, por aquello a quienes tu desprecias o piensas que no merecen el perdón. Esta entrega tiene un objetivo definido, que es el sumo bien del hombre.


Para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. Creer. Una vez más, esto nos habla de un gran amor de Dios. Cuando uno da un regalo por puro amor, es un don, no es una obligación forzada. En otras palabras, si das un regalo por amor, lo haces sabiendo que el destinatario tiene la opción de rechazar el regalo y que tu amor no va a cambiar, debido a ese rechazo. Dios ha dado a Su Hijo para morir por los pecados del mundo, pero la salvación es un don, no se obliga a la gente a ser parte del pueblo de Dios. No se les obligará a que crean o a que tengan vida eterna. Si la gente escoge el pecado, la muerte, el juicio y el infierno, Dios no obligará a recibir la santidad, la vida, la salvación y el cielo.


Por esta razón, a pesar de que Cristo ha muerto por todo el mundo, no todo el mundo se salvo. Sino solamente los que creen en Cristo como Señor y Salvador tendrán esa vida eterna.


Este tercer verbo “creer” es mal entendido por muchos. Muchos dicen que “La salvación no es del todo gratuita”. “Tengo que creer para ser salvo. Esa es mi parte en el plan de Dios”. Pero esto es una fe mal entendida y en realidad busca disminuir el amor de Dios. La fe no es nuestra parte del trato, no es algo que damos con el fin de ser salvos. La fe es un don que Dios nos da.


Este es el anuncio de Pablo a los Efesios en la epístola de hoy: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). Junto con la gracia, la fe es un regalo. Siempre que el Señor te dice que creas en Él, Él te da la fe para creer. Cuando le dijo al paralítico: “Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa” (Marcos 2:11), Él le dio al hombre la capacidad de levantarse y caminar. Cuando Él dice, “Cree en el Señor Jesucristo”  Él te da la fe para creer.


El Señor que te da la fe, viene a ti con el don del perdón junto con la vida y la salvación. En tu bautismo, Cristo te une a su muerte en la cruz, de modo que no tienes que morir y pagar el precio del pecado. 

También te une a su resurrección, Él te da su vida eterna. A pesar de que tu cuerpo, tu naturaleza pecaminosa intentan aferrarse y arrastrarte de nuevo a la tumba, tu tienes la vida eterna, porque Jesús te da la suya. Él ha muerto tu muerte. Él te da su vida. No estas destinado a morir, porque Él ha muerto por ti. Por el agua y la Palabra, Él te da perdón, la fe, la vida y la salvación.


Para que no te pierdas, Él sigue sosteniendo esa fe con el perdón a través de su vida. En la proclamación de la Palabra, Dios te da su Hijo unigénito, crucificado y resucitado, para que, de modo que seas perdonado de tus pecados y fortalecido en la fe. En la Santa Comunión, Dios una te da a su unigénito Hijo. Comes su cuerpo y bebes su sangre para el perdón de los pecados, de modo que no te pierdas, sino que tengas vida eterna.


Esta es la Buena Nueva de la salvación: Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él no muera, sino tenga vida eterna.


Memoriza este versículo y constantemente recuerda y celebra tu salvación. Además, con este verso estás bien equipado para resistir muchas falsas enseñanzas de la actualidad.


II. Buena vs Falsa Enseñanza


Una objeción común hoy día es “Dios no ama el mundo, porque Él ha hecho un camino muy estrecho, sólo hay un camino hacia el cielo, sólo hay un Salvador ¿Por qué Dios hace que sea tan difícil ser salvo si realmente nos ama?”


Juan 3:16. Aquí está la prueba del amor de Dios, que ha dado a su Hijo Unigénito para la salvación del mundo. Ha dado a su Hijo único. Fuera de Jesús, no hay ninguna esperanza de salvación. Pero debido a que Cristo ha muerto por los pecados del mundo, cualquiera que crea en Él será salvo. Es un argumento de la naturaleza pecaminosa que culpa a Dios de proveer un solo escape del infierno. Cuando Dios da su Hijo unigénito, para hacer el último sacrificio por los pecados del mundo. Aquí Dios es criticado por no hacer lo suficiente. Se culpa de Dios de proveer un solo camino al cielo y tratar de poner otros caminos en su lugar.


Se oye que “Jesús vino a enseñarnos cómo vivir, si seguimos sus pasos e imitamos su ejemplo, entonces seremos salvos”.  Juan 3:16. Dios dio a su Hijo hasta la muerte para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. No dice “para que todos los que imitan su vida no se pierda”. ¿Nos salva tratar de seguir el ejemplo de Jesús? No. No podemos seguir a Jesús a la perfección y su perfección nos muestra cuan pecadores somos. Que el pecado nos condena, pero Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo (Juan 3:17). Mientras que Jesús dio un ejemplo de una vida perfecta, esto no es por lo que Él vino.  Aquí es donde generalmente se piensa “No puedo vivir perfectamente. Por lo tanto ya que Jesús ha muerto para perdonarme, puedo hacer lo que quiera”. Es atractivo tener licencia para pecar y ser perdonados, pero es una falsa enseñanza. El Señor ha muerto para salvarnos del pecado, ¿cómo podría un cristiano ir a caer en el pecado? El pecado mata y Jesús ha muerto para que tu vivas. Cuando la tentación llama, tienes esta Buena Noticia: Juan 3:16


Otra falsa enseñanza aparece y una aterradora: “Dios dio a su Hijo para liberarnos del pecado y la muerte por lo tanto, si he pecado, estoy perdido”. Es un horrible pensamiento, creer que un pecado, por pequeño que sea, te priva de la salvación. Juan 3:16. Una vez más, ten en cuenta que no dice “que todos los que no pequen más, no se perderán, sino que tendrán vida eterna”. Sólo hay un pecado que es imperdonable: la incredulidad. El que cree en Cristo no se pierde, dice el Señor y en Marcos 16:16 dice que “El que no creyere, será condenado”. El crimen más atroz o la más grosera inmoralidad no condena al que se arrepiente de su pecado, porque Cristo ha muerto por él. Al que no se arrepiente no se le perdona por más insignificante que sea su pecado. El que dice “Yo no creo en Jesús” se encuentra en peligro de juicio. Por lo tanto, si estás preocupados por tus pecados, no te desanimes: Tus pecados no te condenan, porque Jesús ha muerto por ti.


El diablo hace que creas que tu pecado es más grande que la gracia de Dios. Él quiere que creas que debes renunciar a confesar tus pecados, porque quiere que no seas perdonado. No escuches al diablo, porque él es el padre de la mentira. En su lugar, deja que tus pecados sean un recuerdo constante de tu necesidad de salvación y te lleven todos los días a confesar tus pecados y ha alegrarte de que Cristo te ha redimido, para que no te pierda, sino que tengas vida eterna.


Estimados en Cristo, alégrate al oír estas sencillas palabras de la salvación. Porque Él ha dado a Su Hijo para morir por ti, no te pierdes, mas tienes vida eterna. Por la fe te ha dado, sabes que esto es cierto. El Hijo ha muerto para darte vida. Por su causa, se te perdonan todos tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

sábado, 6 de abril de 2019

Entrando en la Santidad de Dios.


         

           


TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA                                                                                                     

Primera Lección: Éxodo 20:1-17

Segunda Lección: 1º Corintios 1:18-31

El Evangelio: Juan 2:13-22



En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.  Amén.



La Purificación del Templo nos hace incómodos

Estamos en Jerusalén con Jesús para la purificación del templo.

La purificación del templo nos incómoda porque nos muestra un Jesús enojado, un Jesús violento, un Jesús humano.

¿Cómo podemos entender a este Jesús que purifica el templo?

Para entender los Evangelios, debemos leerlos teológicamente. Los Evangelios son relatos históricos de la vida, muerte, y resurrección de Jesús. Los evangelios son historia, pero a la vez son más que historia. Los evangelios predican. Los Evangelios nos enseñan sobre el significado teológico de la encarnación y la expiación de Jesús. Los evangelios nos proclaman a Cristo y Cristo está presente para nosotros en esa predicación.

¿Por qué es importante el templo de Jerusalén?

Esta es la primera cosa que Juan quiere enseñarnos hoy.

La boda de Caná ocurre justo antes de que Jesús en Jerusalén purificara el templo. En la boda de Caná Jesús es el novio que ha venido a buscar a su novia, la iglesia. En Jesús, Dios está presente en su creación haciendo todo nuevo. En todo momento en que está presente Jesús, es siempre la hora de regocijarse como si fuera una boda.

Juan predica que todo se basa en la presencia de Jesús. La santa presencia de Jesús en la boda. Una boda que es un anticipo del banquete de bodas del Cordero en su Reino que no tiene fin.

En la purificación del templo, Jesús, Dios mismo, está en el templo, en la casa de su Padre. En el lugar de santidad, en el lugar de la presencia de Dios.

Jesús purifica el templo durante la Pascua. Mas de diez mil corderos iban a ser vendidos en el templo para que las familias judías pudieran celebrar el Pascua. La sangre de estos corderos iba a ser cargada en cubos y echada en el lugar del sacrificio para el perdón de los pecados.

Jesús no purifica el lugar del sacrificio, Jesús no purifica el Lugar Santísimo (el sancta sanctorum). Jesús purifica el mercado donde se vendían los corderos y otros animales sacrificiales. El mercado se había convertido en un lugar de negocio secular “una cueva de ladrones”. Jesús echa afuera a los cambistas como echó afuera los demonios por medio de exorcismos, para restaurar el mercado como un lugar de sacrificio y oración para los publicanos y los pecadores.

Jesús debe purificar el templo para establecer un lugar para sí mismo y para sus enseñanzas. Un lugar para El que será crucificado con ladrones.

Así que Jesús dice: Quitad esto de aquí, y no convirtáis la casa de mi Padre en casa de mercado.”

Después, los discípulos se acordaron de las palabras del Salmo que está escrito, El celo de tu casa me consumirá.”

Ahora, esto es lo que nos predica Juan a nosotros. Que la pascua es importante. Que el templo  es importante. Que la sangre es importante y que la presencia de Dios es importante.

Todo se relaciona con la santidad de Dios y Su presencia.

Los valores principales que ordenaban el mundo de Jesús y del primer siglo eran: santidad, pureza, y honor. La santidad, pureza, y honor son inseparables de la presencia de Dios. Lo opuesto a estos valores son: pecado, impureza, y vergüenza. El pecado, impureza y vergüenza nos separan de Dios.

La Santidad tiene que ver con la presencia de Dios. Donde se encuentra Dios, allí se encuentra Su santidad.

Dios creó nuestro mundo justo y puro. Nuestro pecado infectó al mundo con un virus. Nuestro pecado hizo al mundo impuro y lleno de vergüenza. La muerte de Jesús restaura la santidad de Dios en la creación. La muerte de Jesús corrige lo que estaba errado. La muerte de Jesús repara lo que estaba roto.

Jesús hace una nueva creación por medio de la cruz. En la cruz, el Santo de Dios se hace pecador por nuestro pecado. En la cruz, el Santo de Dios carga sobre su persona (en su carne) toda la oscuridad de este mundo lleno de pecado y muerte.

Jesús pone invierte el estado de la creación por su muerte. La pasión de Jesús fue violenta debido a la violencia de nuestro pecado y nuestra vergüenza. Nuestro pecado, absorbido en su carne, sumerge al mundo en la oscuridad. Nuestro pecado, absorbido en su carne, causa temblores, las tumbas abren y los muertos se levantan.

Colgado en la cruz, en la vergüenza de la desnudez,       Jesús convierte nuestra vergüenza en honor.

En el medio del horror de su crucifixión, Él nos honra, por hacer todo noble y justo de nuevo, por hacernos nobles y justos de nuevo. Nosotros le colgamos en la cruz debido a nuestro pecado.

La purificación del templo lleva a Jesús a la cruz. La cruz es ahora el lugar Santísimo (el sancto sanctorum).

Jesús es el Nuevo Templo

Los judíos se ofendieron por la purificación del templo hecho por Jesús. Le pidieron a Jesús una señal de Dios para justificar estas acciones. Así que Jesús les dice:             Destruid este templo y en tres días lo levantaré.”

Los judíos se indignaron por tal proclamación. El magnifico templo de Herodías era una de las Maravillas del Mundo. Los judíos dijeron En cuarenta y seis años fue edificado este Templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?”. El evangelista San Juan explica el significado de estas palabras: “Pero él hablaba del templo de su cuerpo.”

Esto es lo que Juan nos predica ahora. Esta es el clave de nuestra fe. El centro de todo lo que somos y de todo lo que seremos.

Jesús es el templo nuevo.

El cuerpo de Jesús es el templo nuevo.

Todo depende del cuerpo de Jesús.

Todo tiene que ver con entrar en la santidad por la comunión con el cuerpo de Jesús.

Después de la resurrección, los discípulos entendieron esta nueva realidad. El cuerpo roto de Jesús ahora está restaurado para ellos en la Santa Cena del Señor. El cuerpo y la sangre de Jesús anticipan sus destinos.

Esto es lo que Juan nos predica ahora. Jesús está presente en este lugar, en este templo de Su santidad. Jesús está presente para ustedes,  en la Palabra y en la Cena. El cuerpo y la sangre de Jesús anticipan nuestros destinos.

Esto es lo que Juan nos predica ahora. Jesús está aquí en su cuerpo, la Iglesia Evangélica Luterana Española, el nuevo Jerusalén, el nuevo templo. Querubines y serafines están aquí, guardando este lugar Santísimo (sancto sanctorum).

     Aquí en este templo de la presencia de Cristo, ustedes están en tierra santa, ustedes están en el templo, en la presencia de Cristo.

Esto es lo que Juan nos predica ahora. Jesús está presente en ustedes en sus cuerpos, en sus cuerpos que son templos del Espíritu Santo por el bautismo y por la fe. Cristo está aquí para ustedes, Cristo está aquí con ustedes . Cristo está aquí en ustedes.

                                         Amén.