“Ahora, pues, dice Jehová, convertíos ahora a mí con todo
vuestro corazón, con ayuno, llanto y lamento. Rasgad vuestro corazón y no
vuestros vestidos, y convertíos a Jehová, vuestro Dios; porque es
misericordioso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y se
duele del castigo. (Joel 2:12-13)
El Oficio Divino que celebramos
siempre comienza con el llamado al arrepentimiento y la confesión de pecados
por parte de los asistentes. Eso es lo que el profeta Joel nos está instando. Vuelvan,
arrepiéntanse, retornen… porque Dios es clemente y misericordioso. Él restaura
y reconstruye. El arrepentimiento es el primer paso para cualquier trabajo de
la iglesia. Lo que el arrepentimiento requiere en primer lugar es una
evaluación precisa de dónde estamos, quiénes somos y lo que hacemos. Eso es lo
que es Miércoles de Ceniza. Eso es de lo que se trata el tiempo de Cuaresma.
Alegrarse porque hay un Salvador que busca al arrepentido de sus pecados.
Hoy que es Miércoles de Ceniza,
tenemos un nuevo comienzo. Para examinar cuidadosamente nuestras vidas debemos
usar la ley de Dios, los Diez Mandamientos. Cuando somos honestos con nosotros
mismos y apreciamos que hacemos lo que es natural a nuestra naturaleza
pecaminosa (como culpar a otros por nuestros errores, poner excusas o
excepciones hacia nosotros mismos) nos encontramos con que estamos muy lejos de
las exigencias de los Mandamientos o sea de lo que Dios requiere de nosotros.
Cuando uno escucha cada mandamiento vemos como se destruyen nuestros
autoengaños y se aplastan todas esperanzas de vivir de acuerdo con esas demandas.
Después de todo tu pecado ha colgando un cartel de muerte en tu frente que dice
“Recuerda, oh hombre, que polvo eres, y al polvo volverás”. La muerte viene a por ti. Es el precio
y la paga del pecado. La muerte significa juicio y Dios es un juez severo.
Guardar los mandamientos es una quimera, vana ilusión. Por eso muchas veces en
este día pintamos nuestras caras con hollín para recordarlo.
Todo esto está en la primera
parte de la confesión que encontramos y leemos en el Catecismo de Lutero. En la
parte de “confesamos nuestros pecados”. Esto no sólo significa que tener en
cuenta el coste de nuestros pecados que conocemos y que nos duelen. Además significa
“declararse culpable de todos los pecados, incluso los que no somos
conscientes.” Allí afirmamos lo que Dios dice acerca de nosotros, que somos
pecadores y que por esto pecamos. “Pecamos en pensamiento, palabra y obra por
lo que hemos hecho y dejado de hacer”. No nos merecemos todo lo que Dios nos ha
dado. Estamos lejos del Señor por nuestros pecados.
Pero Dios no solo nos llama,
sino que viene a nuestro encuentro y aquí estamos, ante Dios, sin nada que
ofrecer, salvo nuestros pecados, rogando por misericordia,
Crea en
mí un corazón limpio, oh Dios, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me
eches de tu presencia, y no quites tu santo Espíritu. (Salmo 51)
En la segunda parte de la
confesión lo que hayamos es el pronunciamiento de lo que no merecemos. Lo
llamamos la absolución. Es la
Solución de Dios a todos tus pecados, a todos tus males. Es el ahogamiento de
nuestra naturaleza pecadora de nuevo en el Santo Bautismo.
No es magia, sino una conexión
con la gracia y la misericordia de Dios. Ese Dios grande en misericordia. Ese
es el don de Jesús en la cruz.
Cuando vamos a Dios con
nuestros pecados está su mano extendida, que no perdona por nuestro
arrepentimiento. Él no perdona porque lo que sentimos por nuestro pecado y por
el deseo de no querer volver a pecar. Él perdona por causa de Jesús. Eso por
esto que el Santo Bautismo es una conexión con Jesús. Sin Jesús también los
pecadores arrepentidos obtendrían nada más que la ira de Dios.
Jesús es la respuesta de Dios a
su ira. Hágase todas las preguntas de nuevo, sobre su vida, su muerte, sus
pecados, sobre todo aquello en que ve su propio fracaso. Marquelas con una
pequeña cruz. Porque cuando tu has fallado, Jesús no lo ha hecho. Las preguntas
que son tu perdición y derrota, son la victoria de Jesús. De hecho, eso es
exactamente lo que significa la justicia, “guardar los mandamientos de Dios a
la perfección”. En cada una de las preguntas (y más) Jesús responde
correctamente. Él guarda los mandamientos a su máximo y más profundo
significado. Jesús no se limita a hacer
las cosas bien, es
perfectamente justo en cada pensamiento, palabra y obra. Es tan absolutamente
cierto que Dios el Padre dice de Jesús: “Este
es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” Y para demostrar que esto es cierto sobre
Jesús, después de que Jesús fue crucificado...,
muerto y sepultado…. Descendió a los infiernos. Al tercer día resucitó de entre
los muertos (Credo de los Apóstoles). Ninguna
historia es más importante que la resurrección de Jesucristo. Él vence el
pecado con la conquista de la muerte. La paga de la muerte de Jesús es la vida. Por
eso Dios es lento para la
ira y grande en misericordia. En la cruz, Jesús, un inocente, es condenado a
muerte como el mayor pecador de todos los tiempos. Cada mandamiento se amontona
y deposita sobre él. Uno tras otro, la paga de los mandamientos rotos se acumulan
en Jesús. Sin pecado Jesús lleva nuestros pecados por medio de la cruz sobre la
muerte. Su justicia es suficiente para cubrirlo todo. El castigo por el pecado es
ejecutado en la muerte en Jesucristo.
Todo esto es por y para ti. La
vida de Jesús. La muerte de Jesús. La resurrección de Jesús. Para ti, todo para
ti. Confía en Dios que tiene misericordia y compasión de ti,
porque Jesús hizo todo
esto por ti. Dios se duele del desastre del pecado debido a que Jesús fue cubierto
con ellos para ti. Aférrate a la fe de Jesús. Regocíjate en Jesús y su perdón. De
cara a tu confesión, Jesús es la absolución. Es en las aguas de bautismo, en la
fuente de vida, en la presencia de Cristo cubriéndote que el viejo Adán fue ahogado.
El hombre nuevo nació en ti. Muerte y resurrección de Jesús te fue dada, es así
que tu también has experimentado su muerte y resurrección. Tu confesión de los
pecados no queda sin ser oída, Dios manifiesta su clemente perdón. Ese es el
Santo Bautismo para usted.
¿O no sabéis que todos los que
hemos sido bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Porque
somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que
como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en novedad de vida. En efecto, si hemos estado unidos con él
en una muerte como la suya, también lo seremos unidos con él en su
resurrección. Sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con
él, para que el cuerpo del pecado sea llevado a la nada, por lo que ya no
estaríamos siendo esclavos del pecado. Para alguien que ha muerto, ha sido
liberado del pecado. "(Romanos 6:3-7, NVI)
En este bautismo Dios te hace su
propio hijo, parte de su familia. Esta es la realidad de nuestro arrepentimiento.
El pecado y el perdón que se unen para ti en Jesucristo. Él vertió sobre ti el
agua y la Palabra de Dios, Evangelio puro. La confesión y la absolución afirman
que el Bautismo sigue vigente, que tu debes recordarlo y usarlo, que se repite
todos los días. El ahogamiento de nuestro pecado una y otra vez y el privilegio
de vivir nuevamente como un hijo de Dios porque todos tus pecados han sido
perdonados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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