”Viviendo por la Palabra de Dios en Cristo”
TEXTOS BIBLICOS
DEL DÍA
Primera Lección: 1º
Reyes 17:17-24
Segunda Lección: Gálatas
1:11-24
El
Evangelio:
Lucas 7:11-17
Sermón
•
Introducción
Sacar algo bueno
del sufrimiento es ciertamente difícil para la mayoría de las personas. Pues
cuando se sufre, parece que la persona se halla dentro de una burbuja que lo
amplifica todo, al igual que una potente lente distorsiona y agranda la
realidad. Y en esta realidad dolorosa, todo nos duele y pesa. Nadie escapa sin
embargo a este hecho, y tarde o temprano, tanto en uno mismo como en aquellos
que nos rodean, el sufrimiento hace acto de presencia impactándonos de lleno:
“Aun en la risa tendrá dolor el corazón, y el término de la alegría es congoja”
(Pr 14:13). Y curiosamente el hombre, llegado este momento, vive dos
experiencias muy diferentes y contradictorias. Pues por un lado parece como si
Dios se hubiese retirado, dejándonos solos frente al dolor. De ello encontramos
muchos testimonios en las Escrituras especialmente en algunos de los Salmos del
Rey David, o en el prototipo del dolor y el sufrimiento: Job. Quejas elevadas
al cielo, reproches al Creador por un dolor incomprensible. Algunos
desgraciadamente se quedan por siempre en esta primera fase. Pero la otra
experiencia que puede vivir el hombre en el sufrimiento después del impacto
inicial, es paradójicamente la experiencia de la cercanía de Dios. De saber que
Dios está junto a nosotros, que entiende y conforta nuestro dolor. Sí, Dios
está ahí siempre, y ciertamente viviremos momentos de sufrimiento, de esto no
cabe duda, pero Dios nos consolará con su Palabra poderosa que tiene poder
verdadero para traernos Vida y salvación en Cristo.
•
Cristo es la Verdad y la Vida
Las
viudas son en la Palabra de Dios el prototipo de un ser desvalido. Podríamos
decir en base al contexto histórico de la época de Jesús, que sus vidas estaban
totalmente en manos de Dios por su desprotección y soledad. Y así, son
abundantes las referencias a ellas como ejemplos de la acción de Dios en medio
del sufrimiento humano: “Jehová asolará la casa de los soberbios; pero
afirmará la heredad de la viuda” (Prov 15:25). En el caso de la lectura de
este Domingo en el Evangelio, nos encontramos con una viuda que vive, aparte de
su situación personal que ya hemos descrito, un dolor añadido: la pérdida de su
hijo unigénito. Y la vida de esta persona toman ahora, en esta situación, un
tinte dramático y desgarrador. Ciertamente debió ser un momento terrible el
saber que se única descendencia y amor en esta vida había muerto, y pudo
parecerle a esta mujer que su vida carecía ahora de sentido. Incluso la idea de
que su Dios la había maldecido y abandonado pudo rondar su pensamiento en
aquellas horas. Sin embargo, la presencia de Dios en su vida como leemos en la
escritura era activa, viva y abundante. Pues en aquellos rincones de la vida de
donde parece que la Luz divina se ha retirado completamente, allí sin embargo
es donde ésta brilla con más intensidad: “Cuando estaba en angustia, tú me
hiciste ensanchar” (Sal 4:1). Y así estaba previsto por Dios que Jesús
estuviese cerca de esta viuda, y su vida y su dolor tuviesen contra lo
humanamente razonable, un sentido pleno: mostrar el Amor y la misericordia de
nuestro Padre. En este caso el dolor por la muerte es revertido en consuelo y
alegría, como un anticipo de la realidad que la resurrección de Cristo traerá a
la vida de todos los que creen en Él. Porque su resurrección trajo a nuestras
vidas dos certezas, que son como las dos sólidas columnas donde se asentaba el
pórtico del templo de Salomón (1º R 7:21), y que ahora sustentan nuestra
fe: la primera es que Jesucristo es ciertamente la Verdad, pues es quien dijo
que era, el Hijo del Dios infinito y misericordioso. Y la segunda que Jesús es
la Vida, ya que vivir plenamente en verdad es estar junto a Aquel que es
nuestro Padre en los cielos; y Cristo con su muerte y resurrección ha
posibilitado para nosotros el que la muerte no sea ahora más que el tenue velo
que nos separa de disfrutar de la presencia eterna de Nuestro Señor Jesucristo.
Por tanto el pecado, y con él su
consecuencia más terrible, la muerte, fueron totalmente derrotados por
Cristo, y es por ello que nosotros también ahora, al igual que el hijo muerto de
la viuda, y tras nuestras diarias caídas escuchamos la voz amorosa del Padre
que nos dice: “A ti te digo, levántate”
(v14).
•
Viviendo por el poder de la Palabra de Dios
El hijo de esta viuda de la
ciudad de Naín, ciertamente no podía hacer nada por sí mismo, y su destino en
aquel momento que Lucas nos narra hubiese sido la oscuridad de la sepultura.
Sin embargo Cristo fue a su encuentro, y tocando su féretro (v14) le dió
vida por medio de su Palabra poderosa. Y sin ella ciertamente hubiese
permanecido muerto irremisiblemente. Pues así es al fín el hombre en esta vida
cuando carece de la Palabra liberadora de su Dios. Camina, respira y come;
experimenta la vida terrenal, pero al dar la espalda por voluntad propia a
vivir una relación con su Creador, es en realidad un muerto en vida. Hombres y
mujeres que se dirigen inexorablemente a la sepultura, malgastando el valioso
saldo de sus existencias, salvo que un día milagrosamente, el Espíritu toque
sus corazones y nazcan a la verdadera Vida. Una nueva vida que viene a ellos
por medio de la escucha de la Palabra
de Dios, la cual tiene el poder de abrir
los oídos de aquellos que en la muerte del pecado nada pueden oir. Pues es esta
Palabra la que hace germinar en nosotros la Vida que trae la fe salvadora, y es
oyéndola cómo el Espíritu puede penetrar la dura coraza de nuestros corazones e
implantar la semilla divina: “Así que la fe es por el oir, y el oir, por la
Palabra de Dios” (Rom 10:17). Ciertamente esta Palabra es la única
esperanza del hombre, y la única que puede proclamar liberación, perdón y vida
de parte de Dios. Muchas son las palabras de los hombres en este mundo, y mucho
ofrecen y prometen. Pero ni todas estas palabras juntas pueden igualar en
Verdad y credibilidad a una sola de las promesas divinas. Pues a diferencia de
la palabra humana, la Palabra de Dios es Verdad en sí misma y su cumplimiento
absoluto: “la suma de tu Palabra es verdad” (Sal 119:160). Y aún ni la
duda o el desprecio humanos harán que deje de cumplirse en su totalidad, como
nos advierte Cristo mismo: “Porque de cierto os digo que hasta que pase el
cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se
haya cumplido” (Mt 5: 18). Y Cristo, como ya hemos dicho es en su
resurrección el ejemplo perfecto de este cumplimiento. Tenemos pues una Palabra
digna de credibilidad, de confianza plena, que no nos defraudará ni hará
promesas vanas. Dios es un Dios donde palabra y voluntad forman una unidad
perfecta, y cuya palabra para nuestras vidas anuncia vida, y Vida eterna es
justamente lo que da al hombre. Vivimos en y por Su Palabra, que es para
nosotros ahora Verbo encarnado en Cristo Jesús. Él es el cumplimiento de todas
las promesas divinas, y sólo en Él encontraremos a Aquél que puede sacar al
hombre de la muerte que implica vivir una existencia lejos de su Dios: “Despiértate,
tú que duermes, levántate de los
muertos, y te alumbrará Cristo (Ef 5:14).
•
Dios ha visitado a su pueblo
Resulta
sin embargo difícil para el hombre común distinguir en el transcurrir de los tiempos,
esta acción liberadora de Dios por medio de su Palabra. Sin embargo las
Escrituras testifican precisamente de esa acción constante, y de cómo Dios
interviene en las vidas de los hombres sin haberse desligado jamás de ellas. Él
es verdaderamente Señor de este mundo, y como tal no puede dejar de hacer que
Su voluntad se cumpla inexorablemente. Levanta Reyes y gobernantes o los hace
caer; bendice naciones y las hace prosperar o son aniquiladas. Encumbra al
hombre a lo más alto o lo abandona a su pecado contumaz: “Jehová mata y él
da vida; Él hace descender al Seol, y hace subir. Jehová empobrece, y él
enriquece; abate y enaltece” (1 S 2: 6-7). Nada hay así que escape a su
acción e influencia. Pero normalmente Dios no violenta con su acción y
presencia al hombre, ya que no busca intimidarlo o presionarlo para que crea de
manera forzada. Su acción es sutil, silenciosa y su influencia paciente y
amorosa. Y sólo en contadas ocasiones, como en el milagro que Lucas nos narra,
y cuando su acción evidente es necesaria, Dios usa su poder para intervenir
radicalmente en la Historia. Pero ciertamente es innegable la acción constante de Dios
alterando nuestra realidad para que Su voluntad sea cumplida. Pues
efectivamente, repetida y abundantemente, tal como el pueblo proclamó ante el
milagro de Jesús con el hijo de la viuda: “Dios
ha visitado a su pueblo” (v16). Y lo ha hecho de manera evidente y notoria,
ahora sí, para todos los pueblos en la figura de Su Hijo Jesucristo. Pues en Él
se ha completado la plenitud de la revelación del poder de Dios a los hombres,
y en Él las cadenas del pecado y la muerte han sido rotas definitivamente.
Desde entonces podemos afirmar que Dios no deja de visitar a su pueblo, y la
vida de cada uno de nosotros, tanto en la alegría como en el sufrimiento. Y lo
hace ahora específicamente por medio de su Espíritu Santo, el cual derrama
constantemente la gracia divina en nuestras vidas (Rom 5:5). Cada día y
abundantemente esta gracia nos sigue alcanzando por medio de la fe recibida en
nuestro pacto bautismal. Y cada día el cristiano es visitado por su Dios por
medio del perdón divino y de su Justificación en la Cruz de Cristo. Sí,
disfrutamos de una presencia vivificadora que está presente en nuestras vidas,
y explícitamente podemos encontrarla en los medios de gracia: Palabra y
Sacramentos, donde Cristo nos “toca” con su cuerpo y sangre, y nos da
perdón y salvación. ¡No te prives pues de disfrutar de las promesas que Dios te
ofrece, y de una nueva vida restaurada
por medio del perdón obtenido por la sangre del Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo!”.
•
Conclusión
Vivir una vida
privada de la Palabra de Dios, y de la vida eterna que Ella nos ofrece por
medio de Cristo, es para el hombre participar de su propio funeral en vida.
Pues aunque estemos carnalmente vivos, en realidad el ser humano sin su Dios,
es un ser espiritualmente muerto. Por ello el milagro de la viuda de Naín, debe
servirnos para profundizar en el gran misterio de nuestra redención en Cristo.
De cómo Cristo es ciertamente la resurrección y la Vida para nosotros, y que
lejos de Él, sólo existe sufrimiento y la oscuridad de la muerte. “Dios ha
visitado a su pueblo” (v16) en Cristo Jesús. ¡Aférrate a Él y a la
Palabra de Dios que trae Paz, gozo y Salvación!.
Que
así sea, ¡Amén!.
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