TEXTOS BIBLICOS
DEL DÍA
Primera Lección: Isaías 60:1-6
Segunda Lección: Efesios 3:1-12
El Evangelio: Mateo 2:1-12
“VEN A ADORAR A JESÚS”
Cuando se llega al seis de enero, se comienza con el periodo de Epifanía, 12 días después de Navidad.
Mientras terminamos nuestras celebraciones de Navidad, noche vieja y “Reyes”, comienza
la temporada de Epifanía, que hace hincapié en la revelación de Jesús como Dios
y hombre. La palabra epifanía significa
“revelar o dar a conocer”. A lo largo de
estas semanas venideras nos centraremos en cómo Dios se nos reveló. Empezamos esta
temporada litúrgica con la invitación a ir y adorar a Jesús con los Magos, que desde
lejos llegan para postrarse ante su Rey recién nacido. No sabemos sus nombres. No
sabemos cuántos eran. Tampoco sabemos con precisión cuando llegaron. Eran hombres
misteriosos llegados de Oriente siguiendo una estrella en el cielo para adorar
al Cristo, el Hijo de Dios. Ellos llegaron después de que los pastores habían
regresado al campo y los ángeles al cielo. María y José habían cambiado el pesebre
por una casa en Belén.
¡Ven a adorar a Jesús! Aunque
puede sonar como una invitación muy común, no hay nada de ordinario o de común en
ir a adorar a Jesús, nuestro Rey. Los hombres
sabios o magos que viajaron desde Oriente llegaron sin invitación o promesa de lo
que iban a encontrar, pero llegaron para adorar a este niño que había nacido como
el Rey de los Judíos. ¿Cómo supieron conectar
la estrella al nacimiento de Jesús? ¿Qué
esperaban encontrar? ¿Por qué razón creen
que como extranjeros y gentiles serían bien recibidos en su nacimiento? Hay muchas preguntas interesantes que nos gustaría
saber acerca de estos Reyes Magos, pero incluso el evangelio de Mateo no da ninguna
información específica salvo que eran “del este”. Por lo general se cree que vinieron
de Babilonia o Persia, porque la palabra “magos” era utilizada en Persia para describir
a los astrólogos reales o asesores. Además,
la gente de allí habría estado en contacto con los judíos exiliados llevados a Babilonia
y Persia como prisioneros de guerra. Tal
vez oyeron o leyeron las escrituras hebreas sobre este gran acontecimiento.
¡Ven, adora a Jesús! con la convicción que da el Espíritu Santo
de que Jesús viene a tu encuentro! Aquel que está apartado
de Dios, que venga a adorarlo con el corazón arrepentido del hijo pródigo que se
fue de casa, pero ahora vuelve a su padre. Quien
no conoce a Dios, venga, adórele y vea cómo este rey redime y salva. Quien se esconde de Dios en la timidez o el
miedo de sus pecados, que venga, le adore y reciba un nuevo corazón y el coraje
que Dios da a los creyentes. Quien este
triste y perdido, que siga la luz de su estrella, que es su Palabra, a la presencia
de Dios y compruebe cómo Dios se ha hecho hombre para incorporarlo en su eterno
reino y cuida de los suyos.
¡Ven, adora a Jesús con la sinceridad y la verdad de los Reyes
Magos!
Ellos vinieron al rey Herodes buscando la verdad sobre Jesús.
¿Dónde se encuentra la verdad? En las Sagradas
Escrituras, en el profeta Miqueas, diciendo que Jesús nacería en Belén. El pueblo humilde e insignificante de Belén
que ganaría un nuevo honor y fama porque a partir de ahí nacería un nuevo rey de
Israel, un Pastor que establecería un reino
mucho más grande y duradero que el de David. Los
sumos sacerdotes y los maestros de la ley en Jerusalén conocían la verdad de las
Escrituras, conocían la profecía sobre el Mesías y ahora unos extraños personajes
les confirmaban que esta profecía se estaba cumpliendo en ese mismo momento ¿Qué hicieron? ¿Alguno fue a adorar al Mesías con los Reyes
Magos? Ninguno. ¿Fue el miedo al rey Herodes que les impidió
unirse en esta búsqueda del Mesías? ¿Fue
una fría indiferencia o escepticismo a la realidad de esta promesa? Que esto no te detenga para adorar a tu Señor.
¡Ven, adora a Jesús a pesar de los obstáculos! Tal vez tu vida está llena de “Herodes”. Hay mucha gente en tu
vida que quieren que creas que se puede confiar en ellos, pero una vez que
bajas la guardia te apuñalan por la espalda. Tal vez haya una batalla con un Herodes
dentro de ti, que no quiere dar a Jesús un segundo de su tiempo o simplemente
relegarlo a un segundo plano. Tal vez por el Herodes te tienes en tu interior, Jesús
fue eliminado de tu vida. Herodes no quiere que asistas a iglesia, que estudies
la Palabra de Dios. Este Herodes dentro de ti quiere convencerte de que la Paz es
algo que tú solo puedes ganar. Isaías fue honesto acerca de la oscuridad a la que
nos enfrentamos, pero también fue honesto acerca de la esperanza que tenemos. Él
escribió: “más sobre ti amanecerá Jehová,
y sobre ti será vista su gloria” Isaías 60:2 b. Tu vida, no es ordinaria y
común, porque Dios está aquí por ti. En todos y cada momento de tu vida, Él te acerca
cada vez más a la vida eterna que ha puesto a tu disposición a través de Jesucristo.
A través de Jesús, todo se vuelve nuevo.
¡Ven, adora a Jesús con la alegría de los hombres sabios! Cuando salieron de Jerusalén y vieron de nuevo la estrella que
brillaba delante de ellos, señalando el camino a Belén, se regocijaron con muy grande
gozo. ¿Alguna vez haz sentido ese tipo
de alegría que sólo se derrama desde lo más profundo de ti, que parece que tu corazón
fuera a saltar de tu pecho? El miedo y
la oscuridad a menudo pueden conspirar para apagar nuestra alegría, para tapar la
luz natural de Dios, pero la luz de Cristo, la estrella de la mañana que se levanta
en nuestros corazones (2 Pedro 1:19, Apocalipsis 21:16) proyecta su luz, aún en
la más profunda oscuridad. ¿Están tus ojos
puestos en la esperanza de ver la luz de Jesús o están fijos en las miserias que
nos afectan? Ven a adorar el milagro de
Cristo, nacido en el pesebre y asómbrate ante el milagro de la salvación de Dios. Alégrate con gran gozo en el camino de la salvación
obrada por Dios.
¡Ven, adora a Jesús con tus regalos! Cuando los Reyes Magos llegaron a su destino y vieron al niño
Jesús. Fue digno de apreciar el ver a los
sabios inclinarse en adoración ante un niño. Aquellos asesores de los reyes, que ahora se inclinaban
ante el Rey. Quienes eran libres, terrenalmente hablando, y no tenían necesidad
de riquezas, de poder o ejércitos. Ante
la presencia de un rey como Jesús ¿qué otra cosa se puede hacer sino inclinarse
en adoración y ofrecer los pequeños regalos uno tiene? Incluso los costosos regalos
que trajeron, dignos de un rey, eran un tributo insignificante para el Creador de
todo el Universo, el que tiene toda la tierra en sus manos, recibía regalos de unas
personas mortales. Pero ¿Qué podemos ofrecer en la adoración a nuestro Rey? Nada menos que nuestra alma, nuestra vida, nuestro
todo. Sabemos, gracias a los Salmos, que
Dios desea de nosotros una cosa por encima de todo: “Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. Los
sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado
no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:16-17). Nosotros,
que no tenemos ningún tributo digno para traer a nuestro Rey, sólo podemos traer
lo que Él quiere, un corazón quebrantado y arrepentido. Porque sólo Él puede tomar nuestro corazón,
roto por el pecado, y darnos un corazón nuevo y lleno de alegría. Recién entonces podemos traer el tributo de
nuestras alabanzas, con nuestras voces, podemos hacer de nuestra vida una ofrenda,
con las manos y los pies ofrecer el servicio de su reino a quienes nos rodean. Pero aun así, estos regalos que podemos ofrecer
en adoración a Jesús son pequeños. Así
como los magos, podemos abrir nuestras cajas de pequeños tesoros y ofrecer nuestros
dones. Estas cosas que traemos como ofrenda ya pertenecen a Dios y Él nos las dio
primero a nosotros. Pero a medida que comenzamos
a adorar a Jesús vemos que el hecho real de la adoración no es nuestro sacrificio
y alabanzas. El hecho real del culto para
los sabios y para nosotros es que Dios abrió sus tesoros y los compartió por medio de Cristo. Cualquiera
pequeña acción de gracias que mostramos a Dios en la adoración nos recuerda que
es porque Él obró primero y de manera mucho más grande al darnos el gran tesoro
de la salvación.
Tanto
los Reyes de Oriente como nosotros adoramos a quien nació como Rey, lejos del palacio
real, muy cerca de un cofre de tesoros similar a una caja para alimentar animales
y nació para ser Rey Siervo. Él no vino
a ser servido, sino a servir. Así que abrió
sus tesoros dando su vida al servicio a la humanidad, curando a muchos y anunciando
la buena noticia a los demás. Hasta que
sus manos y pies fueron fijados con clavos a un madreo en forma de cruz. Pero allí en la cruz, sus manos y pies indefensos
lograron el más grande acto de servicio de un Rey. Allí fue vertido el tesoro más preciado, Su
sangre inocente en rescate por todos los pecadores. Esta obra de Jesús fue de valor infinito, porque
con ella ha logrado nuestro perdón, vida y salvación. El único indicio que tenemos de que los Reyes
Magos podrían haber anticipado este acto de sacrificio real, era para ellos y para
toda la gente, fue el regalo de la mirra, una especia que se utilizaba para la sepultura,
de hecho, también se utilizó en el entierro de Jesús. Fue este sacrificio que hizo que nuestro acercamiento
a Dios sea posible. Por esto no adoramos
a Jesús solo por ser un Rey recién nacido como los Reyes Magos lo hicieron. Ahora
adoramos al Rey que llegado la plenitud de su edad y sabiduría, vivió rectamente,
murió en justicia y se levantó victorioso de entre los muertos y está sentado como
Rey en el trono de Su Padre. Es a Él a
quien venimos a adorar.
¡Ven, adora a Jesús donde Él se encuentra! Así como la estrella
de Belén indicó a los Magos donde estaba Jesús, Él nos sigue indicando dónde se
encuentra realmente, para que vayamos y disfrutemos de su presencia. Nos indica
que Él nace en nuestros corazones cuando leemos u oímos su Santa Palabra. Nos
invita a su presencia en la Santa Cena, donde se hace presente para perdonarnos
y animarnos una y otra vez. Ya lo hizo en tu Santo Bautismo, donde te incorporó
a su Familia Real. Fuera de estos sitios es imposible encontrar a Jesús para
adorarlo realmente. Allí encontraras la felicidad de estar en la Presencia de
tu Señor y Salvador.
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