TEXTOS BIBLICOS DEL DÍA
Primera Lección:
Malaquías 4:1-6
Segunda Lección:
2º Tesalonicenses 3:6-13
El Evangelio:
Lucas 21:5-28
Otro final se
acerca: Otra
vez estamos llegando a fin de año, me refiero al año litúrgico. Esta es la época
del año en que hablamos específicamente sobre el fin de los tiempos, sobre los
últimos días. La palabra que se usa en teológica para esto es “escatología”. Se
podría pensar en esto como el día del juicio, la segunda venida de Cristo, o también
como el comienzo del reino por venir.
No importa cómo llamemos a ese día y sus
acontecimientos, hablar del final hace que la gente, incluso muchos cristianos,
se pongan un poco nerviosos. Tal vez muy nerviosos. Siempre surgen muchas
preguntas al respecto ¿Habrá realmente tanto pesimismo y destrucción, plagas,
terribles desastres y abundantes catástrofes? ¿Tendré que estar en pie delante
del trono de Dios y responder por todos mis pecados? ¿Cómo voy a ser juzgado?
Estas son algunas de las preguntas que hacen que las personas quieran leer y
oír sobre otros pasajes de la Biblia y no pensar en ello, que hay cosas más
bonitas sobre las cuales hablar. Esto no nos debería tranquilizar.
Nuestra actitud ante el fin: Lo que dice
Jesús en el Evangelio de hoy puede traernos miedo. Porque mientras Él habla,
por un lado, sobre la caída de Jerusalén, también anuncia predicciones sobre el
día final. Sin embargo, se las arregla para incluirnos a nosotros y a todos los
creyentes en sus advertencias y en sus promesas sobre las cosas por venir.
Jesús sabía que sería difícil para sus discípulos y
para ti vivir la fe y realizar la tarea encomendada. Sabía que habría todo tipo
de problemas y tentaciones. Persecución y trampas. Advierte de las dificultades,
no sólo de vivir en este mundo, sino de hacerlo como sus discípulos. La
dificultad de evitar los falsos maestros que vienen en su nombre. Los peligros
planteados por las autoridades que son hostiles a su enseñanza y al de su
pueblo que lo rechaza. Hay muchas cosas en nuestra contra. Todas ellas pueden hacer
que desesperemos y bajemos los brazos, desistamos de vivir nuestra fe y
certezas.
Sin embargo hay esperanza. Jesús unos versículos más
adelante nos dice: “Mira a la higuera y todos los árboles. Cuando ya brotan,
viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca. Así también
vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabéis que el reino de Dios está cerca”. En
otras palabras, cuando veas los signos, ya sabrás que el final se acerca y esto
es motivo de alegría. Porque este final será un día de alegría para su pueblo,
para vosotros. Así que levantad vuestras cabezas y mirad hacia el cielo. Esta
vez no vengo como un niño indefenso, sino que vengo con poder y autoridad para
rescatar a todos los que me pertenecen. Para los cristianos que viven en este
mundo, no habrá dificultad, problemas, penas o dolor... porque todas estas
cosas son temporales.
Incluso las cosas más permanentes en este mundo desaparecerán,
así como sucedió con el gran y poderoso templo de Herodes, construido con
enormes piedras, alto y magnífico, sería derribado en no más de 40 años de la
partida de Jesús.
Las Señales de
Hoy: Lamentablemente
por estadística sabemos que vamos a morir. Sabemos que este cuerpo corrompido que
tenemos no durará por siempre, no puede, no debe. La tumba nos espera a todos. No
importa cómo llegamos a ella, si es por enfermedad o accidente, porque alguien nos
quita la vida, eso no importa. Nuestra vida en la tierra se “termina”, pero la
vida eterna es segura y no tiene fin. Nuestro cuerpo puede ser destruido, pero tenemos
un Dios que dispone de nuestra eternidad. Tenemos la promesa de que resucitaremos
al final y viviremos en cuerpos glorificados, viviremos con el Señor con todo
su pueblo para siempre. Ninguno de los problemas de este mundo va a durar para
siempre. Incluso la muerte será vencida. Cristo dice que solo sus palabras
perdurarán para siempre, aun en medio de nuestras aflicciones y confusiones esa
promesa sigue en pie. Creemos, por su gracia, que desde ahora y sobre todo
cuando esté llegando el final, que estas promesas nos ayudarán a mantener
nuestras cabezas en alto.
Todo el terror y la destrucción que la Biblia
describe en estos y otros pasajes, todos los horrores del día final, son todas
consecuencias del pecado. Si bien sufrimos las consecuencias del pecado y los
dolores de parto de la creación y estos aumentaran hacia el día final, también
podemos ver una luz de esperanza y paz en medio de tanto sufrimiento:
Jesucristo.
Nuestra
Esperanza: Su cruz es el fin del poder del pecado en este
mundo. Su sacrificio no es solo la derrota de la muerte, sino que además y en
especial es la fuente de tu vida. Las palabras que ha pronunciado allí
perdurarán para siempre: “Consumado es” o sea todo está cumplido. El pecado, la
muerte, el poder del diablo, han sido derrotados en la cruz. Tu rescate y salvación
del juicio final se ha llevado a cabo en el Calvario. Confirmado en la tumba
vacía en su resurrección y se cumplirá totalmente el día que Él ha destinado
para el fin.
No sabemos cuándo será, pero vemos las señales. La
higuera ha brotado, a nuestro alrededor vemos las cosas que Jesús ha anunciado
como guerras, terremotos, hambruna y pestilencias. La persecución de los
cristianos, incluso podemos sentir que
estamos un sitio como la antigua Jerusalén. Miramos a nuestro alrededor y el
mundo parece estar en mal estado, nuestro país está en crisis y nuestra vida
personal muchas veces es un desastre.
Nuestra
Fortaleza: A pesar de esto Levantamos nuestras cabezas. No hay
porque temer, sus palabras permanecen para siempre. Nos sigue llamando y dando
la fuerza necesaria para soportar, por la fe y estar firmes en su Palabra. Es
una palabra segura, de esperanza en medio de todo lo que está cayendo a nuestro
alrededor. Es una palabra llena de promesas de que nos lleva a través de
oscuros días a esa brillante mañana de la eternidad.
Tienes claras señales que sus promesas son hechas realidad, por ejemplo tu Santo
Bautismo. El Mesías estuvo presente allí. Él te ha unido a Él, a su
muerte y resurrección. Esa es la clave para el Día del Juicio, en tu Bautismo
el Señor te ha dicho: “no vas a morir por tus pecados en el día del juicio,
porque yo te he unido a mi muerte y has sido limpiado de tus pecados. Te
he unido a mi resurrección, también, así que el cielo es tuyo. Enderézate
y levanta la cabeza, porque yo te he rescatado”.
En el altar, en la Santa Cena, allí el Señor se hace presente para darte su
cuerpo y su sangre, con los que ha conquistado a la muerte, descendido a los
infiernos y manifestado a sus discípulos para ti. No hay destrucción para ti,
porque el Señor te ha rescatado, te fortalece y preserva para la vida eterna,
porque donde hay perdón de pecados allí hay vida eterna y salvación.
El Señor sigue estando presente en su templo para ti, es por eso que este
mundo no está perdido. Es sólo que, en lugar de un templo hecho de grandes
piedras, ahora Él mora en el templo de sus medios de gracia, pero Él está con
tanta seguridad, totalmente presente como lo estuvo en el templo de nuestro
texto. No es de extrañar que los medios de gracia tengan tan poca estima
hoy, Cristo mismo fue tratado de la misma manera en Jerusalén. Pero Él
está presente y Él no nos abandonará. Cualquier dificultad que veas en ti,
en tu vida, en este mundo, recuerda que el Señor está tan cerca de ti como su
Palabra y los Sacramentos. No tendrás que pasar vergüenza en el Día del
Juicio, sino que podrás enderezarse y levantar la cabeza en presencia de tu
glorioso Señor resucitado, porque has sido perdonado de todos tus pecados por
su obra.
Nuestra certeza
es eterna: Tenemos la salvación por la gracia mediante la fe.
Ahora tenemos la promesa de vida eterna, a través de Cristo Jesús, que viene a
nosotros y está presente hoy con nosotros. Pero todavía esperamos la perfección
que vendrá sólo cuando nuestras almas partan de este mundo. Mientras tanto,
seguiremos sufriendo las consecuencias del pecado mediante enfermedades,
sufrimientos y finalmente la muerte. Somos concebidos y nacidos en el pecado y
nuestros cuerpos tienen que regresar al polvo de donde proceden. Pero estamos seguros,
que su redención de estas cosas está acercándose. El mismo Jesús que fue
crucificado y murió por tus pecados y resucitó para conquistar tu muerte,
volverá en una nube como tu Redentor.
Un redentor es una persona que rescata a otra
mediante el pago de un rescate. El rescate que Jesús pagó por tus pecados no
fue una suma de dinero. Porque ni todo el oro y plata del mundo podrían haberte
llevado al cielo y rescatado. No, lo hizo con su preciosa sangre, su
sufrimiento y su muerte. El oficio de Cristo como Redentor ilustra muy bien lo
que lo hizo por ti y por mí. Es más específico incluso que Salvador. Porque quien
salva lo puede hacer simplemente mostrando el camino o sirviendo como un mero
ejemplo para la vida piadosa, o incluso por medio de la lucha sin necesidad de
perder nada. En su primera venida, Él te adquirió de la potestad de Satanás, no
lo hiso en el templo o en el Monte de los Olivos, ni siquiera por medio de sus
sermones, sino en el Gólgota, donde derramó su sangre y murió en la cruz. Cuando
venga en su segunda venida, Él te salvará de las consecuencias del pecado. No habrá más pecado,
no habrá más tristezas, no más sufrimientos y no habrá más muerte. Hasta ese
gran día, la Iglesia seguirá proclamando el mensaje del arrepentimiento y el
perdón de los pecados. Lo hacemos al proclamar la Palabra de Dios con
fidelidad, recordando lo que Pablo escribió a la iglesia en Roma, que lo que
fue escrito en tiempos pasados fue escrito para nuestra instrucción, para que
por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. A
medida que el Señor viene a nosotros con sus dones, somos consolados en el conocimiento
de su amor y de la redención que nos ha dado. A medida que sufrimos en este
mundo, no nos desanimamos sino que levantamos la cabeza con confianza en la redención
que está por venir. Ahora, el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz,
para que por el poder del Espíritu Santo sea posible que abunden en su esperanza,
y que la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guarde vuestros
corazones y vuestra mente a través de la fe en Cristo Jesús.
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